Puede parecer frío, hostil,
inquietante e incluso desesperante. Es la visión errada, la que se
nos ha querido dar, la del sometimiento y la culpabilidad. El miedo y
el odio. Es verdaderamente fácil manejar la mente cuando el
sentimiento de culpa está presente. No haces, no posees, no eres.
Practicar el desapego no es decidir y
ya está. Es trabajar con él mediante el esfuerzo y la
introspección. Si se hace mal desde el principio de nada sirve
continuar, por eso es necesario renacer una y otra vez.
Morimos en cada error que cometemos y
volvemos a nacer, con la intención cada vez más firme de hacerlo
mejor. Pero en una sociedad como la de hoy, trabajar con uno mismo es
signo de egoísmo y abandono de lo demás.
Nos han enseñado que hay que dedicarse
a los otros, desconociendo por completo quienes somos y a que hemos
venido aquí. Nos involucramos demasiado en los problemas ajenos, en
las personas deprimidas, en las desgracias de aquellos que no saben
solucionarlo por ellos mismos. Provocamos así que no se conozcan, ponemos un parche y
no eliminamos el peso que cargan, sino que nos lo llevamos con
nosotros.
Hacemos que nuestra alma padezca
hambre, que se sienta desnutrida de atención propia, que deseemos
aquello que no necesitamos.
Pensamos que es esa obsesión
compulsiva por algo o alguien lo que nos hará felices pero, ¿que
hay de uno mismo?
Es momento de empezar a trabajar las
creencias,aceptar cada equivocación como una enseñanza positiva de la vida y abrir el
maravilloso rincón del quererse y el acompañar.
La palabra Acompañar es hermosa. Es
una de las palabras más bonitas de la existencia. Implica que se
puede estar solo y a la vez tener a alguien contigo. Alguien que no
te juzga pero te cuida, que no dirige pero va a tu lado, que si le
dices vete lo respeta y sencillamente se va. Pero cuando le dices
vuelve, está.
El acompañamiento es estar con alguien
por lo que es, sin ningún fin, ningún interés, sin miedo a la
soledad. Cuando existe algo de esto en una relación con otra persona no es amistad, no es amor, no es sano. Es utilizar el alma de
otra persona, es matarla poco a poco.
Cuando nuestros padres envejecen, por
ejemplo, no pensamos en cuidarlos por obligación, al igual que no lo
hacemos cuando un hijo nace. Lo que se siente como obligación, no es
amor. Lo hacemos porque les damos la libertad para Ser y en el caso
de los mayores, para partir. Una mano, el simple hecho de dar la mano
para decir "Estoy aquí ", es un acto de amor. Prohibir a
un hijo ver algo, hacer algo, expresar algo no es amor, es egoísmo, el reflejo de nuestros propios traumas.
El desapego nos viene dado desde
siempre. Es nuestro y nadie puede arrebatarlo pero el apego, eso sí
que es adquirido. Nos lo dicen en las escuelas, nos lo dicen en los
templos, en la publicidad. Tengo que llegar a un buen puesto social y ser como los demás,
tengo que ir al cielo, tengo que conducir un coche que corra mucho
para llegar rápido a todas partes.No sé quién soy y te necesito para vivir.
Dediquemos la existencia a nuestras
responsabilidades, permitamos que las almas vuelen libres en el
jardín que nos ha sido prestado y a la hora de irnos, hagámoslo
con la mayor de las calmas y silencios. No es necesario hacer ruido
para venir ni tampoco para marcharse. Pero es hermoso pensar que la
misma alegría que traemos al nacer, podemos dejarla al morir.
Será más ligero el viaje y menos
pesada el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar 😃