¿Alguna vez has sentido ganas de
bailar en medio de la calle, con los cascos puestos y suena esa
canción que tanto te gusta? ¿Lo has hecho sin pensar en los que te
rodean, un lunes por la mañana, después de la resaca del fin de
semana?
Probablemente la respuesta sea Sí.
Pero siendo francos, no lo has bailado por el qué dirán.
"Pensarán
que estoy como un cencerro", "Me mirarán
raro". Pero cabe la posibilidad (es bastante elevada) de que
algunas de esas personas que te observan te sigan. ¡Si! ¡Así lo
dicen las estadísticas! Siempre que creas en ellas, claro. Sino
solamente tienes que probar y hacerlo para verlo con tus propios
ojos. No hace falta que sea Lunes, puedes probar cualquier día de la
semana.
Algunos lo harán por pura gracia,
otros porque sienten lo mismo que tú (en este caso si la música es
ambiental y coinciden en el gusto o porque son amantes del arte del
oído) y otros, sencillamente por imitación. Si, de estos últimos
los hay y muchos. Pero porque es algo natural en el ser humano y en
todos los seres del planeta Tierra. Lo hacemos desde bebés, por
supervivencia o por adaptación social.
Un ejemplo claro es el Baile del
Ascensor.
Esto se ha estudiado y es real. Lo
vivimos cada día cuando coincidimos con otra persona a la espera de
esa claustrofóbica caja que sube, baja y nos lleva a la altura que
queremos o nos deja en las profundidades que deseamos.
Lo primero es el cese de las
conversaciones, incluso antes de entrar, cuando nuestros futuros
compañeros de viaje se presentan ante el acero. Una vez que entramos,
pulsamos el botón y nos quedamos quietos mirando hacia las puertas.
En el caso de ir solos o con un conocido, si el ascensor dispone de
ello, nos echamos un vistazo al pelo, los granos o los dientes para
ver qué nos devuelve nuestro reflejo.
Habitualmente,cuando dos desconocidos
acceden juntos, se sitúan cada uno en una esquina. De forma
natural el ser humano suele dejar un brazo de distancia en estos
casos.
Pero cuando la cosa ya no es sólo de
parejas sino que empieza a aparecer más gente, aquí está la diversión.
Se recibe al tercero en
cuestión y se forma de manera inconsciente un triángulo. Cuando el
cuarto llega, cada una de las esquinas del habitáculo se ocupan, así que el quinto debe permanecer en la situación más incómoda, la del
centro. A partir de ahí, cabezas bajas, miradas al indicador
numérico o entretenimiento con el teléfono.
Es decir, imitamos lo que vemos, así
que es muy probable que no sólo bailen contigo, sino que además
lleguen a copiar tus pasos.
Pero a donde quería llegar es a los
maravillosos beneficios del baile. Incluso si todas esas personas lo
hacen tras verte a ti por cualquiera de los motivos antes expuestos,
lo que se activará en ellos será
una mejora en las articulaciones, una
subida la autoestima, interacción social y ¡muchas cosas más!
Como Osho dijo:
"Si
la gente pudiera bailar un poco más, cantar un poco más, ser un
poco más loca, su energía fluiría más y sus problemas poco a poco
irían desapareciendo.
Por eso insisto tanto en el baile. ¡Baila hasta el orgasmo! Deja que toda tu energía se convierta en danza y de repente verás que no tienes cabeza: la energía atascada en la cabeza se está moviendo a tu alrededor, creando hermosas formas, imágenes, movimientos...
Por eso insisto tanto en el baile. ¡Baila hasta el orgasmo! Deja que toda tu energía se convierta en danza y de repente verás que no tienes cabeza: la energía atascada en la cabeza se está moviendo a tu alrededor, creando hermosas formas, imágenes, movimientos...
Vive,
baila, come, duerme, hazlo tan totalmente como sea posible. "
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