martes, 3 de noviembre de 2015

¡Y que me llamen loco si bailo!

¿Alguna vez has sentido ganas de bailar en medio de la calle, con los cascos puestos y suena esa canción que tanto te gusta? ¿Lo has hecho sin pensar en los que te rodean, un lunes por la mañana, después de la resaca del fin de semana?
Probablemente la respuesta sea . Pero siendo francos, no lo has bailado por el qué dirán.
"Pensarán que estoy como un cencerro", "Me mirarán raro". Pero cabe la posibilidad (es bastante elevada) de que algunas de esas personas que te observan te sigan. ¡Si! ¡Así lo dicen las estadísticas! Siempre que creas en ellas, claro. Sino solamente tienes que probar y hacerlo para verlo con tus propios ojos. No hace falta que sea Lunes, puedes probar cualquier día de la semana.
Algunos lo harán por pura gracia, otros porque sienten lo mismo que tú (en este caso si la música es ambiental y coinciden en el gusto o porque son amantes del arte del oído) y otros, sencillamente por imitación. Si, de estos últimos los hay y muchos. Pero porque es algo natural en el ser humano y en todos los seres del planeta Tierra. Lo hacemos desde bebés, por supervivencia o por adaptación social.

Un ejemplo claro es el Baile del Ascensor.
Esto se ha estudiado y es real. Lo vivimos cada día cuando coincidimos con otra persona a la espera de esa claustrofóbica caja que sube, baja y nos lleva a la altura que queremos o nos deja en las profundidades que deseamos.
Lo primero es el cese de las conversaciones, incluso antes de entrar, cuando nuestros futuros compañeros de viaje se presentan ante el acero. Una vez que entramos, pulsamos el botón y nos quedamos quietos mirando hacia las puertas. En el caso de ir solos o con un conocido, si el ascensor dispone de ello, nos echamos un vistazo al pelo, los granos o los dientes para ver qué nos devuelve nuestro reflejo.
Habitualmente,cuando dos desconocidos acceden juntos, se sitúan cada uno en una esquina. De forma natural el ser humano suele dejar un brazo de distancia en estos casos.
Pero cuando la cosa ya no es sólo de parejas sino que empieza a aparecer más gente, aquí está la diversión.
Se recibe al tercero en cuestión y se forma de manera inconsciente un triángulo. Cuando el cuarto llega, cada una de las esquinas del habitáculo se ocupan, así que el quinto debe permanecer en la situación más incómoda, la del centro. A partir de ahí, cabezas bajas, miradas al indicador numérico o entretenimiento con el teléfono.

Es decir, imitamos lo que vemos, así que es muy probable que no sólo bailen contigo, sino que además lleguen a copiar tus pasos.

Pero a donde quería llegar es a los maravillosos beneficios del baile. Incluso si todas esas personas lo hacen tras verte a ti por cualquiera de los motivos antes expuestos, lo que se activará en ellos será
una mejora en las articulaciones, una subida la autoestima, interacción social y ¡muchas cosas más!

Como Osho dijo:

"Si la gente pudiera bailar un poco más, cantar un poco más, ser un poco más loca, su energía fluiría más y sus problemas poco a poco irían desapareciendo.
Por eso insisto tanto en el baile. ¡Baila hasta el orgasmo!  Deja que toda tu energía se convierta en danza y de repente verás que no tienes cabeza: la energía atascada en la cabeza se está moviendo a tu alrededor, creando hermosas formas, imágenes, movimientos...

Vive, baila, come, duerme, hazlo tan totalmente como sea posible. "


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